jueves, 12 de abril de 2007

Conflicto arabe Israelí




A pedido del público, y de mis alumnos del 4ºD, y próximamente en otros cursos del glorioso Instituto Nacional, se viene la clase de comprensión de Conflicto Árabe-Israelí.

Espero que les guste, y a modo de complemento, publico mi trabajo presentado en el Magister de Ciencias Políticas de la Universidad de Chile, al profesor Gustavo Martínez Bascuñan.

Sólo por el afán de que las claves de comprensión de este espacio sociohistórico y político estén a vuestro alcance de manera precisa y (espero) lo más clara posible.

Un saludo afectuoso, para todos mis cursos.







Partición de la Palestina
Profesor: Gustavo Martínez B.
Alumna: Natalia González. M.



1.0 Introducción

Desde los regímenes de mandatos, y tras la disolución del Imperio Turco Otomano, las complicaciones en la región geográfica donde coexisten una serie de creencias religiosas, no representarán del todo la enorme trastienda del conflicto en si. Desde la obtusa realidad que proponen los diversos medios de comunicación al respecto, puede creerse que el germen del conflicto es de carácter religioso, con lo que nuestra perspectiva de investigación y discusión se remitiría simplemente a una historiografía teológica comparada.
El caso es que tanto los hechos acaecidos y desencadenados por la resolución del 29 de noviembre de 1947, donde la Asamblea General de la ONU votó por la partición de Palestina en dos estados independientes, un estado judío y un estado árabe, unidos por un pacto de naturaleza y conveniencia económica, y con una Jerusalén internacionalizada, no sólo serán de relevancia para el quehacer de la región, ya que estarán puestos en juego múltiples intereses, a saber, el poderío económico de las inexploradas regiones ricas en petróleo y la potestad de lugares religiosos y estratégicos de suma importancia para el mundo musulmán y la cristiandad de occidente.
La partición, finalmente fue aprobada por la Unión Soviética y por EE.UU. Para los soviéticos, la partición y la creación de un Estado judío suponía un avance en el objetivo de desplazar a los británicos de Oriente Medio, para los estadounidenses esta decisión de alinearse tras las intenciones sionistas respondía además para un control progresivo en la región.
El objetivo central de este trabajo es observar los antecedentes y consecuencias de la resolución de la partición de los territorios de Palestina, siendo una prioridad latente examinar las pretensiones de sus actores más relevantes, tanto judíos y Árabes, como Ingleses y Norteamericanos.

2.0 Período previo a 1922, Historia y antecedentes generales.

Al terminar la Primera Guerra Mundial, los países asociados al bando Aliado reconocen que los pueblos árabes que conformaron el extinto Imperio Turco-Otomano, poseen inclinaciones favorables hacia las políticas germánicas, y de alguna manera suelen no admitir su condición en contra del Imperio Británico. Bajo estas prerrogativas y dado el escenario estratégico de las posesiones territoriales árabes, con las particularidades que conlleva ser una unidad étnica y religiosa que intentaba consolidarse, a puerta cerrada, la determinación es categórica; la naciente hegemonía árabe debe ser disuelta.
La emergencia de la Declaración Balfour, da las primeras pistas de la posicionalidad del Imperio Británico frente a las constantes disputas en el territorio de Oriente Medio, ya que el espíritu de este documento fue planteado como “la voluntad del gobierno de Su Majestad La Reina, donde ve favorablemente el establecimiento de un hogar nacional judío en los territorios de Palestina”. Estas declaraciones de intenciones no son gratuitas, ya que el sentimiento antisemita estaría disperso por toda Europa y descrito en las distintas acciones contra la población judía, donde el panorama del territorio Oriental los hacía aparecer como esclavos medianos del resto de Europa, llegando a extremos como las matanzas en Rusia; exceptuando el territorio alemán.
Este camuflaje, dado el abandono de parte de su ethos les hacía participar libremente de sus prácticas religiosas sin intervenir demasiado en los países donde se encontraban avecindados, no obstante las diversas limitaciones de la discriminación operante, esto es la nula posibilidad de adquirir patrimonios de importancia agrícola, vetos importantes en las Universidades y otras sujeciones al libre desplazamiento de la población judía, incluso remitiéndoles a zonas residenciales exclusivas.
Dentro de todo este contexto, el surgimiento de la “Jibat Sion” como un pequeño movimiento social, demanda la vuelta de los judíos a su tierra de procedencia. Intentan contactos con personalidades de influencia, ya que no contaban con los recursos económicos ni políticos suficientes. La finalidad central es atacar la contingencia de persecución y matanza de judíos. Bajo este objetivo, la discusión se alza en la constitución de dos brazos de acción posible para concretar los objetivos propuestos; es allí donde nacen dos espacios de poderío que influenciarán, incluyendo transnacionalmente a diversos actores políticos en las metas del sionismo.
La primera de estas organizaciones, “Jewish Society”, se conforma con un carácter político y representativo de las intensiones judías, tiene el objetivo de la difusión del problema y la articulación participativa de nuevos miembros. Se objetiva democráticamente en el espacio internacional con consecuencias políticas insospechadas en la política interna de otros estados.
Por otro lado la “Jewish Company” actuará como el brazo financiero, de las pretensiones de repoblamiento del territorio originario de la etnia judía, contemplando las labores comerciales implícitas en el proceso completo del retorno y prosperidad de la población. Para Teodoro Herzl, el teórico de las ideas sionistas la consideró como una empresa estatal al servicio de los intereses de todos los judíos repartidos por el mundo. Aunque su tarea específica será la administración y venta de bienes de la población que desee vivir en un nuevo país, tiene la misión de generar las posibilidades materiales del nuevo asentamiento judío.
Cabe destacar que la emergencia de Herzl, en el contexto de la Declaración Balfour, no responde precisamente a la unívoca salida del retorno de la población a los territorios de Palestina. Al contemplar otras posibles salidas, sugerirá incluso territorios de Argentina y Uganda. Es ahí donde la validez de las propuestas del teórico no concuerda con todas las prerrogativas de la nación y la discusión se instala precisamente en el hiato provocado por las diferencias de interpretación y objetivos, que más adelante desencadenarán consecuencias no previstas. No sólo la trasplantación territorial resolvería el problema judío, puesto que existen más factores en juego.
Bajo la óptica descrita, el problema judío demandaba ejecutar decisiones cruciales y ciertamente definidas para afrontar la progresión de la calamidad anti-semita que se prolongará más tiempo de lo imaginado por el espectro político mundial.

3.0 Protectorado Británico, consideraciones generales.

Antes de que finalizara la Primera Guerra Mundial, la región de Palestina formaba parte del Imperio Otomano, donde los británicos, bajo el mando del general Allenby, derrotaron al ejército turco en 1917 y ocuparon Siria y Palestina. Este territorio fue administrado por los británicos hasta que terminó la guerra, las consecuencias de la administración militar británica acabó con las precarias condiciones de vida de la región, sin contar los aportes en pulir la precaria orgánica estatal, reduciendo la corrupción.
El Reino Unido había recibido el control de Palestina gracias al Tratado de Versalles, el cual establecía la Sociedad de Naciones en 1919, donde Herbert Samuel, que había participado en la Declaración Balfour, fue nombrado primer Alto Comisionado de Palestina.
Los intereses de la intervención británica, de la mano con las interpretaciones libres del texto propuesto en la declaración Balfour, dejarán en suspenso muchas de las precisiones que demandarán espacios de la cúpula sionista, que solicitarán mayores responsabilidades en vistas de las diversidades étnicas y religiosas preexistentes en el territorio Palestino. En otro registro simbólico del régimen de protectorado inglés, será interpretado como el posicionamiento estratégico sirviéndose de la población judía y sus requerimientos inmediatos. Situación que en principio el Imperio no midió concretamente, y que más tarde causará aún más problemas en el contexto político de su franca decadencia. En lo concreto, estos intereses no declarados públicamente estarían centrados en el control del Canal de Suez y en los asentamientos del sur de la Mesopotamia (actual Irak), por sus yacimientos de petróleo descubiertos en 1908.
La concreción de todas estas intensiones, se empiezan a fraguar desde 1915 a 1916, bajo la correspondencia británica, donde se aseguraba la protección y la disposición británica a constituir un “hogar nacional para el pueblo judío”. Y mientras las distintas prioridades de la desmoronada importancia hegemónica del Imperio Turco-Otomano, peleaba por sus últimas prioridades, la mayoría de los problemas de la península tenían que ver con el acaparamiento de centros religiosos de importancia, donde casas musulmanas ponen sus objetivos en la preservación pura de sus lugares sagrados.

No obstante, cabe destacar la correspondencia enviada por el Vizconde de Palmerston, muchos años antes, donde el intento del personero británico era convencer de una forma diplomática al Sultán del Imperio Otomano, apuntando hacia el desarrollo de los canales económicos a partir del evidente capital humano y social que ostentaban los judíos:

"Actualmente existe entre los judíos dispersos por Europa un fuerte sentimiento de que se aproxima el día en que su nación vuelva a establecerse en la región de Palestina. Sería muy importante para el sultán que sugiriese el retorno y establecimiento de los judíos en Palestina, debido a que las fortunas que ellos traerían consigo incrementarían los recursos de los dominios del sultán, y por otro lado, si los judíos vuelven bajo la invitación y el amparo del sultán, se podrían evitar futuros conflictos con Egipto y el resto de sus vecinos. Me gustaría sugerir fervientemente a Su Excelencia que el gobierno turco invite a los judíos europeos a volver a Palestina.”

Y mientras la serie de promesas de industrialización cruzaban hacia Medio Oriente, la situación económica de periferia no dejaba más que el dejo de buenas intenciones. La idea británica, se empinaba aún más ambiciosa. Y luego de la detección de diversas contrariedades, comienza la sugerencia de la partición de los territorios. La causa principal tiene que ver con la serie de intereses jugados por el Imperio en el sionismo por el crecimiento de las empresas establecidas en las colonias británicas del sur de Asia a principios del siglo XIX.
Dentro del análisis, una de las jugadas más arriesgadas del Imperio se produjo durante la Primera Guerra Mundial, donde los británicos habían hecho dos promesas sobre sus territorios en Medio Oriente.
1.- Prometieron a los árabes de la zona, a través de su agente Lawrence de Arabia, que obtendrían la independencia para crear un gran Estado árabe unido, que abarcaría todo Oriente Medio.
2.- Al mismo tiempo, y con los antecedentes descritos con anterioridad, los británicos también habían prometido que se crearía un Estado judío, tal como había sido establecido en la Declaración de Balfour en 1917.
Los británicos habían asegurado previamente a los Hachemitas que les entregarían la gran mayoría de los territorios de la zona en agradecimiento por su ayuda durante la Rebelión Árabe, acontecida durante la Primera Guerra Mundial. En 1920, en la Conferencia de San Remo (Italia) la Sociedad de Naciones asignó el mandato sobre Palestina al Reino Unido. Este territorio incluía lo que más tarde sería el Estado de Israel, la franja de Gaza, Cisjordania, parte de los Altos del Golán y el Reino de Jordania. La mayoría de los 750.000 habitantes de esta región multiétnica eran árabes de religión musulmana (incluyendo una población beduina de unos 100.000, según el censo de 1922 y concentrada en el área de Beersheva y al sur y al este de esta localidad), así como judíos (que eran el 11% del total y eran en su mayoría inmigrantes ashkenazis). Otros grupos minoritarios eran los drusos, sirios, sudaneses, caucásicos, egipcios, griegos y árabes del Hiyaz.
En junio de 1922, la Sociedad de Naciones estableció el Mandato Palestino. Era un documento en el que se recordaba al Reino Unido sus responsabilidades y obligaciones respecto a la administración de Palestina, incluyendo "asegurar el establecimiento de un hogar nacional judío", y "salvaguardar los derechos civiles y religiosos de todos los habitantes de Palestina". Claramente dos objetivos que se entrecruzaban dramáticamente, y que ponían en juego la eficiencia política y negociadora del Imperio.
El documento que definía las obligaciones británicas era una copia del texto de la Declaración de Balfour sobre el establecimiento del hogar nacional judío:

"El gobierno de Su Majestad ve con buenos ojos el establecimiento en Palestina de un hogar para los judíos, y utilizará sus mejores medios para facilitar la consecución de esta causa. Sin embargo, debe quedar claro que no debe hacerse nada que perjudique los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o que merme los derechos y el estatus político del que gozan los judíos en cualquier otro país."

En este mapa, podemos apreciar la situación política de la región, donde se distinguen tres territorios separados, en color amarillo, los territorios pertenecientes al Emir Abdullah (1921); en rojo, los territorios de Siria a cargo de Francia (1923). Finalmente podemos apreciar en Violeta el Protectorado palestino a cargo del Imperio Británico, luego de la Conferencia de San Remo en 1920.


4.0 Partición de la Palestina
Los sucesos que se seguirán antes y después 1922, tienen en común el antecedente de la violencia entre las expectativas puestas por el Imperio hacia las dos esferas dominantes en el territorio palestino. Las escaladas de enfrentamientos serán reiterativas; 1918, 1920, 1921, 1928, 1929.
La estrategia del régimen y la naturaleza del protectorado, convertido en mandato, en 1918, a cargo de Lord Cancellor logra convocar una comisión de 10 expertos británicos en colonias que conducirá al levantamiento del libro blanco. En una segunda comisión y tomando clara conciencia que problema de la región tenía dos claras vertientes, a saber; la adquisición de tierras y la política de inmigración judía, Sir John Hope-Simpson es nombrado para revisar estas temáticas, quien apura las conclusiones ya evidentes; el casi 30% de los trabajadores palestinos habían perdido su fuente de trabajo. Empobrecidos y vagando por su tierra, eran una clara muestra de la necesidad de reformulaciones urgentes dentro de las políticas de Su Majestad.
Las amenazas provenientes de las altas cúpulas de las orgánicas Sionistas tendrán eco en la política de revisión de la adquisición de las tierras, influenciando incluso al parlamento inglés sin mayores esfuerzos. Los extremos dentro de la apertura y responsabilidad británica llegarán a verse proyectados por el intento de ingresar población de contrabando a la Palestina en reiteradas ocasiones.
La Segunda Guerra Mundial, dejará al descubierto el exterminio feroz al cual fue sometido el judaísmo, donde la cantidad de desplazados impulsará aún más la idea de la partición como una solución al nuevo problema judío. El destino de la población se empieza a discutir desde 1942, y el destino preferido eran los Estados Unidos de América. Donde por vías institucionales se impulsará con mayor fuerza la problemática de la partición, y la creación de un Estado Judío en Palestina, acompañada por una batería contundente de propaganda sionista. La influencia sobre el Presidente Truman de la opción judía del voto, será una coyuntura de importancia, y estratégicamente evitando a la vez el ingreso de población desplazada.
En 1946, se estudia la posibilidad de una inmigración masiva a Palestina, donde se afirma que el Reino Unido debía acoger a más de 100 mil judíos, mientras que para Norteamérica la salida ideal era establecer un régimen federalista de cantones para la tutela de Naciones Unidas, con al supervisión del Imperio. Esto borra del espectro las prerrogativas del Sionismo, que presionaba aún más por una partición.
Al nombrar la comisión “Morrison (RU.)-Grady(EE.UU.)” se llegan a las mismas conclusiones evidenciadas por los anteriores visitantes del territorio palestino. Todas las potencias involucradas remiten el problema a Naciones Unidas por la magnitud de la acentuada situación en la Segunda Guerra, y la imposibilidad del Imperio de controlar la serie de contingencias relacionadas con el régimen de mandato.
Así, la Organización de las Naciones Unidas nombró un Comité Especial para Palestina con la misión de resolver la disputa entre judíos y árabes de Palestina, la UNSCOP, compuesto por representantes de once países. Para garantizar la neutralidad de este comité, se decidió que ninguna de las grandes potencias ostentara representación. Después de varios meses de visitas, auditorias y encuestas sobre la situación en Palestina, la UNSCOP emitió un informe oficial el 31 de agosto de 1947. La mayoría de los países de la comisión (Canadá, Checoslovaquia, Guatemala, Holanda, Perú, Suecia y Uruguay) recomendó la creación de dos estados separados, uno árabe y otro judío, con Jerusalén bajo administración internacional, dado su carácter de relevancia estratégica y religiosa. Australia se abstuvo, y el resto de los países de la comisión (India, Irán y Yugoslavia) apoyó la creación de un único estado que incluyera ambos pueblos, con un régimen federalista que contuviera dos cantones.
Dentro del contexto del territorio, en 1947, los judíos formaban sólo un tercio de la población de Palestina y poseían sólo un 6% de la tierra, pero el plan de partición otorgaba al estado judío un 55% de la superficie total. El estado árabe tendría, en su mayoría, una población árabe, mientras que el estado judío tendría casi tantos árabes como judíos. Los palestinos rechazaron la partición. Los sionistas la aceptaron, aunque tenían objetivos más expansionistas. En 1938, durante anteriores proposiciones de partición, Ben Gurion declaró, "cuando nos convirtamos en un poder fuerte después del establecimiento del estado, aboliremos la partición y nos extenderemos por toda Palestina." El territorio y la homogeneidad étnica fueron los dos principios fundamentales que guiaron a los sionistas en su proyecto político de creación del Estado de Israel y en la partición de Palestina. El Movimiento Sionista buscó el control de todo el espacio de la Palestina histórica y la construcción de un Estado para los judíos que exigía la limpieza de otras etnias de dicho espacio.
La tierra asignada a los árabes consistía en un tercio de las tierras costeras más las tierras altas excepto Jerusalén, aproximadamente un 48% del total, para una población que representaba el 66% de la suma de árabes y judíos. El estado judío recibiría el 52% del territorio del Mandato de Palestina: en el norte esta área incluía las planicies bajas y fértiles, la costa del Sharón, el Valle de Jezreel, y la parte alta del Jordán y el Mar de Galilea, la mayor extensión de agua dulce dentro de Palestina. El estado judío también incluiría el desolado desierto del Negev, que incluía la costa sobre el Mar Rojo. En general la tierra asignada a los judíos consistía fundamentalmente en los sitios tradicionales de población judía desde finales del siglo XIX, y en las zonas donde fueron establecidos los refugiados judíos tras la Segunda Guerra Mundial.
La cantidad de terreno perteneciente a los árabes es aún hoy motivo de debate, puesto que cuando Palestina era parte del Imperio Otomano, éste no mantenía un estricto registro de las propiedades, por lo que muchos de las reclamaciones de tierra se basaban en contratos entre propietarios privados de la tierra. Además, la mayoría del territorio palestino se consideraba propiedad del estado, y muchos de los judíos vivían además en tierras arrendadas cuyos dueños eran árabes.
El compromiso de la partición requería fundamentalmente que estos nuevos Estados judío y árabe debían regirse por constituciones democráticas y bajo el compromiso a resolver los conflictos de carácter internacionales por medios pacíficos. También debían garantizar los derechos religiosos y el libre acceso a los lugares sagrados. La resolución ponía una fecha límite, 1 de agosto de 1948, para el término del mandato del Reino Unido sobre Palestina y para la retirada militar británica al mismo tiempo que establecía que una comisión de Naciones Unidas supervisaría la transición de los dos Estados. Pero las corrientes que estaban a favor de un Estado binacional, tanto en el sionismo como entre los árabes, eran minoritarias.


5.0 Los Refugiados Palestinos

Numerosos palestinos fueron expulsados por la fuerza. La cantidad exacta de los expulsados en comparación con los que se fueron impulsados por el pánico o los que simplemente buscaban la seguridad, permite afirmar que todas aquellas personas del pueblo palestino fueron víctimas de un plan de limpieza étnica ya que los funcionarios israelíes se negaron a permitir que alguno retornara. De los 860.000 árabes que habían vivido en áreas de Palestina que se convirtieron en Israel, sólo quedaron 133.000. Unos 470.000 fueron a campos de refugiados en Cisjordania (controlados por Jordania) o a la Franja de Gaza (administrada por Egipto). El resto se dispersó por el Líbano, Siria, y otros países. La idea de expulsar a los palestinos tampoco surgió en la guerra de 1948. En 1937, Ben Gurion había escrito a su hijo, "Expulsaremos a los árabes y tomaremos sus sitios... con la fuerza a nuestra disposición."
Ya desde aquellas tempranas épocas aparecen las primeras resoluciones que trataban de paliar el grave problema de los refugiados palestinos, como es el caso de las resoluciones de la ONU. En diciembre de 1948, la Asamblea General aprobó la Resolución 194, que declaró que "debiera permitirse que los refugiados que deseen retornar a sus hogares y vivir en paz con sus vecinos lo hagan" y que "debiera pagarse compensación por la propiedad de aquellos que prefieran no retornar." La misma resolución fue abrumadoramente aprobada un año tras otro. Israel se negó repetidamente a cumplir con los términos de la resolución.
Después de la victoria de Israel en la Guerra de 1948-1949, hubo varias oportunidades para la paz. La culpa de que no se haya logrado es de todos, pero la intransigencia israelí fue sin duda un factor fundamental. En 1951, un plan de paz de la ONU fue aceptado por Egipto, Siria, Líbano y Jordania, pero rechazado por Israel.


6.0 Conclusiones

Apenas dos semanas después de aprobarse la resolución de la ONU, en una reunión pública celebrada el 17 diciembre, la Liga Árabe aprobó otra resolución que rechazaba frontalmente la de la ONU y en la que advertía que, para evitar la ejecución del plan de partición, emplearía todos los medios a su alcance, incluyendo la intervención armada. La amenaza árabe, que finalmente cumplió, no tuvo ninguna respuesta por parte de Naciones Unidas.
El Reino Unido se negó a aplicar el plan de partición, argumentado que era inaceptable para las dos partes implicadas. Además rechazó compartir la administración de Palestina con las Naciones Unidas durante el periodo de transición recomendado por el plan, y abandonó Palestina el 15 de mayo de 1948, fecha en que expiraba el mandato británico y un día después de que Ben Gurión leyese la Declaración de Independencia en el museo de Tel Aviv (declaración que se adelantó un día a la salida del alto comisario británico para que no coincidiese con el shabat). En esa misma sesión del Consejo del Pueblo se aprovechó para derogar las leyes represivas y antiinmigratorias del Mandato Británico.
Las cláusulas del poderío de la región y la intervención velada de las potencias que estuvieron o siguen involucradas, hasta el día de hoy, tienen consecuencias. A modo de ejemplo, incluiré un tercer mapa mostrando la evolución histórica de la ocupación de territorios, o el desplazamiento, como quiera considerársele.



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